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LA PALABRA No. 5, Noviembre de 2012 Publicación periódica de opinión. Responsables: Prof. Jesús Pacheco Martínez y Profa. Irma Clemencia Lara Martínez. Correo: pamaranto_j@yahoo.com.mx
El conflicto de la UACM Prof. Jesús Pacheco Martínez
El conflicto en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, que lleva ya alrededor de 73 días en paro de labores, se debate entre quienes demandan una solución dialogada sobre la base de los acuerdos tomados en la Casa Lamm - acuerdos que fueron suscritos por los representantes de la rectoría a través de la Red en Defensa de la Educación y la representación del Consejo Estudiantil de Lucha, el foro Académico y los Consejeros Universitarios en Defensa del Voto y la Legalidad, en presencia y la contribución para el diálogo, del Secretario de Educación del gobierno del Distrito Federal y el grupo de académicos notables – y la necedad de la rectora Esther Orozco Orozco, de desconocer en la práctica dichos acuerdos, para darle continuidad a su política autoritaria y de arbitrariedad. Lo que está en juego en la UACM, es el determinar si continúa el proyecto democrático académico que le dio origen a esta Universidad de la Ciudad de México defendido por los paristas o bien se impone el proyecto de la actual administración de hacer los cambios que se requieran y ajustar a la institución a los intereses del modelo neoliberal del capitalismo. El conflicto tiene solución por la vía del diálogo y no a través del expediente de la represión, que es lo que implica las peticiones tanto de la rectora como de su Consejo universitario, a las autoridades del gobierno del Distrito Federal, de que utilice la fuerza pública para el desalojo de los paristas y les entregue las instalaciones universitarias. Afortunadamente el gobierno del Distrito Federal que encabeza Marcelo Ebrard, la Comisión de Gobierno y la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa, se han pronunciado en contra del uso de la fuerza pública. El propio Jefe de Gobierno Electo, Miguel Ángel Mancera se ha pronunciado en ese mismo sentido, aunque llama la atención en que diga que el uso de la fuerza pública es el último recurso que se utilizaría para resolver el conflicto (La Jornada, sábado 10 de noviembre). La tentación de la represión puede estar presente en estos días, pues resulta patético que el Jefe de gobierno diga que no interviene porque la universidad es autónoma y no asumir su responsabilidad de exigir como Jefe de Gobierno a la rectora y a su consejo, que regresen a una mesa de diálogo, se establezcan los acuerdos y estos se hagan cumplir persuadiendo a las partes en conflicto. Dejar hacer y dejar pasar, como decía el liberalismo del siglo XIX, es una manera cómoda de desentenderse de la institución, de heredarle al próximo gobierno del Distrito Federal innecesariamente un conflicto de semejante dimensión y profundizar el deterioro académico, de la UACM y la afectación a 14 mil estudiantes, trabajadores académicos y trabajadores administrativos. La declaración desafortunada de Mancera de que el uso de la fuerza pública es el último recurso, solo denotaría en caso de realizarse por el saliente o entrante gobierno, la incapacidad para establecer una cultura dialógica, la cual evita y suprime de antemano el uso de la represión, ya que finalmente, esta no resuelve nada y sí profundiza el encono y la desesperanza y en el mejor de los casos, la resistencia. Es paradójico lo que sucede en la Ciudad de México: por un lado, miles de estudiantes demandando un lugar en las instituciones de educación superior, no privadas sino públicas y por otro lado, 14 mil estudiantes sin clases por más de 70 días. Por ello es urgente una solución dialogada al conflicto y el gobierno del Distrito Federal tiene una responsabilidad en dicha solución. El Editorial de La Jornada del sábado 10 de noviembre de 2012 es claro en su apreciación del conflicto: “En la circunstancia presente, y al contrario de lo que afirman los consejeros orozquistas, la no intervención de la fuerza pública es una medida imprescindible para salvaguardar la autonomía de la UACM, pero no basta con eso: para defender y hacer valer ese principio, es necesario también que el gobierno capitalino impulse una salida basada en la negociación que derive cuanto antes, en el restablecimiento de la institucionalidad democrática dentro de la UACM y en el pleno respeto a la voluntad de la comunidad universitaria, con todas las implicaciones que ello conlleve”. Hasta el día 12 de noviembre el conflicto continúa y la Asamblea Legislativa intervendrá como mediadora en la UACM. Tu palabra
http://youtu.be/LwKtluhWHAQ De Alí Primera, cantautor venezolano. Échala tu palabra contra quien sea de una vez así sepas que rompa nubes, échala tu palabra por dentro quema y te da sed es mejor perder el habla que temer a hablar échala tu palabra contra quien sea pero dila ya Más arriba de la piel el grito de la tierra cuando se asoma el alma a los ojos del hombre entonces vamos hombre sostén con tu palabra el corazón del pueblo para que no se caiga porque la lucha es larga para que no se caiga que la vereda es larga para que no se caiga Alí Primera, 1941 - 1945
Échala
tu palabra contra quien sea de una vez así sepas que viole el cielo échala la palabra por dentro quema y te da sed es mejor perder el habla que temer a hablar échala tu palabra contra quien sea pero dila ya Más arriba de la piel el grito de la tierra cuando se asoma el alma a los ojos del hombre entonces vamos hombre sostén con tu palabra el corazón del pueblo para que no se caiga porque la lucha es larga para que no se caiga que la vereda es larga para que no se caiga (recitado) "Quien sea sensible que lance la primera conciencia" ¿Qué valores enseñar?
Prof. Jesús Pacheco Martínez
La utopía
“No merece siquiera la pena echar un vistazo a un mapa del mundo que no incluya a Utopía… ya que deja fuera al único país en el que la humanidad está siempre desembarcando. Y cuando la humanidad llega hasta allí, mira hacia lo lejos y ve un país mejor, zarpa en su búsqueda”. Oscar Wilde
Hablar de utopía en estos tiempos de predominio de la ideología neoliberal, pareciera ser que quien lo hace, se encuentra desfasado, o fuera de la realidad social e histórica; y más aún, cuando se han decretado desde las esferas del poder, los fallecimientos de la historia, de la filosofía –en particular el marxismo-, del socialismo y de la misma utopía. Por ello ha ganado en la conciencia de mucha gente, la idea negativa del utopismo, es decir, considerar que todo ideal que tenga por objetivo el generar otro modelo de hombre y de sociedad más humanizados, no deja de ser, como decimos en México, “sueños guajiros”. Sin embargo, la filosofía y la política misma, vinculadas a la praxis social y sobre todo al humanismo, han venido generando una conciencia positiva del utopismo, el cual le da al individuo y a los pueblos, una razón para vivir, pensando en proyectos que mejoren la vida humana y transformen una realidad social con la que se está inconforme, por lo que en el aquí y en el ahora, estamos observando una multiplicidad de movimientos sociales en el mundo, con un ideal común que les caracteriza: la crítica radical y moderada al capitalismo, a su economía de mercado, a la competencia brutal que aniquila y margina a millares de gentes, y a los Estados Unidos como país imperial, que quisiera someter al mundo a sus designios. Si algo caracteriza al humano es el ser utópico. La utopía genera la conciencia de un horizonte de cambios sociales y la certeza de su posibilidad. No se trata de una conciencia pasiva, sino de una conciencia activa, donde el individuo y las colectividades participan en su entorno social con una visión de conjunto, de la totalidad, pensando y actuando sobre lo inmediato y lo mediato, lo que es para el presente y lo que debe ser para el futuro. Por ello la utopía está anclada en el futuro; tiene un pie en lo que es, en la realidad cotidiana y otro pie en lo que no es, en lo que no existe, pero que puede llegar a ser, a existir. La utopía se nutre de los valores y derechos humanos que históricamente el hombre se ha dado. Valores como la justicia, el bien común, la libertad, la democracia, la dignidad de la persona, la igualdad de los individuos, el respeto a lo diferente y a la diversidad de capacidades, la libertad y el imperio de una ley racional, el derecho a la salud a la educación, a la vivienda, al empleo, a la soberanía nacional, etcétera, son entre otros muchos, derechos y valores que están presentes en la esperanza de cambio de hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos. Por ello mantener viva a la utopía, es preservar la llama encendida de la esperanza, de la libertad, de la felicidad, del amor y de la justicia. Sin la utopía, la vida del hombre sería imposible y el mundo giraría sin una conciencia que le diese rumbo y sentido humano a la existencia. La utopía: Resistencia y Desobediencia civil pacífica La resistencia civil pacífica, es una forma del movimiento social democrático, de un pueblo, de una comunidad o de un grupo de individuos libres y conscientes, en el contexto de una coyuntura social determinada. La resistencia civil pacífica, es una alternativa de lucha y de participación social y política, que se caracteriza por la no violencia, a pesar de que se confronta al Estado, a sus instituciones y al gobierno, particularmente cuando este, ha violentado el estado de derecho, violándose normas y leyes elementales, que regulan los procesos sociales y las bases mínimas de la democracia electoral, como es el caso en nuestro país. La resistencia civil pacífica es un movimiento donde van tomando coherencia y lógica, valores ético-morales, principios jurídicos del derecho, que al calor de la reflexión de las enseñanzas de nuestra historia, le van dando solidez a las acciones que se realizan, permitiendo el desarrollo de la conciencia política de las personas, que de manera libre, individual y colectivamente se van sumando al movimiento por millares. La desobediencia civil pacífica constituye un deber y un derecho y es la expresión política concreta de la resistencia; “consiste –escribió Rafael Álvarez Díaz en La Jornada, del lunes 28 de agosto de 2006- en negarse a obedecer órdenes injustas por motivos de conciencia ante la precaria autoridad moral de quien abusando del poder impone ilegítimamente la ley del más fuerte”. Henry David Thoreau (1817-1862) Filósofo estadounidense, nacido el 12 de julio de 1817 en Concord, Massachussets. Amigo del filósofo Ralph Waldo Emerson, quien le asistió hospedaje entre 1841 y 1843, y de nuevo entre 1847 y 1848. Gran parte de su vida la dedicó al estudio de la naturaleza, a la meditación y a la reflexión filosófica, a la lectura de los clásicos griegos, latinos e ingleses. Henry David Thoreau, inicia en Estados Unidos un movimiento de resistencia y desobediencia civil, por lo que incluyo en estas notas sobre la utopía, una semblanza de este filósofo que nos es contemporáneo. Thoreau escribió su ensayo más connotado Desobediencia civil, en 1847, a raíz de haberse negado a pagar impuestos al gobierno norteamericano, por mantener la esclavitud de los negros y haber emprendido una guerra injusta y de anexión contra el pueblo mexicano en 1845. En su texto Thoreau escribe: “El mejor gobierno es el que menos gobierna”, pero aun más: “El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto”. No “reclamo – dice Thoreau – la supresión inmediata del gobierno, sino que haya de inmediato un gobierno mejor”. “Lo más deseable de todo no es cultivar el respeto por la ley, sino por la rectitud”. “Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, o sea el derecho a no prestar lealtad al gobierno y resistirse a él cuando su tiranía o su ineficacia son grandes”. Thoreau cita a Confucio para argumentar su alegato a favor de la desobediencia civil a un gobierno injusto: “Si un estado es gobernado por los principios de la razón, son cosa vergonzosa la pobreza y la miseria; si un estado no es gobernado por los principios de la razón, son cosa vergonzosa las riquezas y los honores”. Thoreau, Henry David, Desobediencia civil, editorial El Barquero, España, 2002. La derecha contra los trabajadores
Arnaldo Córdova
En el asunto de la reforma laboral, Enrique Peña Nieto se destapó, sin medios términos, como lo que es: un sostenedor servil de los intereses de las clases patronales y como un verdugo de los trabajadores. Cuando se pensaba que la oposición panista en el Senado se había decidido por sostener su postura a favor de la democracia sindical y el PRI se mostraba reacio a aceptar esa posición, intervino el futuro mandatario priísta, con un brusco manotazo en la mesa, para imponer entre sus huestes la decisión de sacar avante la reforma tal y como se había acordado previamente en la Cámara de Diputados. Los trabajadores, finalmente, resultan derrotados en dos frentes. Por un lado, en sus condiciones de trabajo, que ahora se reducen y se precarizan más todavía con las opciones patronales de pago por horas, flexibilización de la jornada de trabajo, despidos rápidos y sin defensa alguna, y esa especie de contratación de ganado humano que es la subcontratación (outsourcing). Mientras que, por otro lado, por lo menos los que están sindicalizados, seguirán dependiendo de líderes sindicales charros; si van a huelga, se deberá resolver en el término de un año, porque más adelante no podrán devengar salarios caídos; no podrán elegir a esos mismos dirigentes con voto secreto ni podrán enterarse de lo que contienen los contratos colectivos que aquéllos firmen. La derecha panista y priísta, que es la que cuenta, se ayuntó en todo y los diputados de los partidos de izquierda ni las manos metieron. Los panistas, a diferencia de sus congéneres del Senado, acogieron con los brazos abiertos la exigencia de Enrique Peña Nieto de que la reforma saliera a como diera lugar y echaron nuevamente marcha atrás en lo relativo a la democracia sindical y a la rendición de cuentas de los dirigentes sindicales. El futuro mandatario priísta no desperdició un solo instante y, de inmediato, luego del envío de la minuta del Senado a la colegisladora, se reunió con sus líderes parlamentarios y los obligó a plegarse a su deseo de que saliera la reforma. Fue ridícula la postura de Manlio Fabio Beltrones, que en un par de días, luego de echar bravuconadas al aire, tuvo que confesar en público que su jefe le exigía que se aprobara la reforma. El propio Beltrones dio pábulo a diversas especulaciones antes de que se sometiera a la decisión terminante de su jefe. Dijo, por ejemplo, que la reforma como había sido aprobada en el Senado no pasaría en la Cámara de Diputados y que, al final, ya en el gobierno, Enrique Peña Nieto tendría su reforma. Eso quería decir que la reforma sería congelada en esa Cámara. Pero luego se dijo y Beltrones no lo desmintió que, en todo caso, Peña Nieto dejaría que el trabajo sucio de la aprobación de esa reforma tan absurda se la dejaría a Calderón y al PAN. Con ello quería darse a entender, también, que la reforma sería aprobada de todas maneras. A los panistas debió haberles parecido la gran concesión que, a su parecer, estaban haciendo los priístas y fue tal su contento que sus mismos senadores se abstuvieron, una vez hecho el trabajo en su Cámara, de cabildear a favor de la minuta del Senado. Con tal de que la reforma saliera, estaban dispuestos a echar marcha atrás. Hace unos días, Gustavo Madero lo dijo en todos sus términos: el PAN formaría una alianza con el PRI para sacar adelante la reforma. Ellos debieron haber pensado que las exigencias de democracia sindical y rendición de cuentas de los líderes sindicales, después de todo, nada tenían que ver con sus intereses inmediatos ni con los intereses de Calderón. Acusarlos de traidores o de rajones no tiene ningún sentido. Sería olvidar que el PAN representa la extrema derecha de la política mexicana. No quedaron contentos con las modificaciones que se hicieron a los artículos referentes a las condiciones de trabajo y se vio en el Senado que aceptaron la propuesta de redacción que el PRD, por conducto de Alejandra Barrales, propuso al artículo 388 bis, relativo a la elección de los trabajadores del sindicato de su preferencia y al derecho de los mismos a conocer previamente el contenido del contrato colectivo de trabajo, sólo porque ese partido amenazó con romper la alianza si no se aceptaba. Eso, en el fondo, a los panistas les importaba un bledo. Resalta también la actitud de los legisladores de los partidos de izquierda en ambas cámaras. Con unas cuantas excepciones, su actitud fue de condescendencia con la derecha priísta y panista, de apatía general sobre los graves problemas que se estaban ventilando y de una especie de importamadrismo de lo que pudiera venir. Sus votos, en lo general, sólo tendían a avalar lo que los legisladores derechistas estaban cocinando. Hasta en eso fueron guiados por los panistas, que también votaban en lo general y luego se reservaban un particular campo de batalla con los priístas al reservarse ciertos artículos (como los relativos a la transparencia y la autonomía sindicales) en los que los perredistas y sus aliados les acompañaban. Los argumentos de los priístas, por otra parte, al refutar los términos de la minuta del Senado en algunos casos son de antología. Beltrones se sacó de la manga la idea de que dar a los trabajadores el derecho de conocer el contenido de los contratos previamente a su aprobación, era ponerlos a subasta y anular el derecho de huelga. También fue suya la opinión de que la elección por voto secreto y universal de las dirigencias sindicales era autoritaria, pues hay otras maneras de elección, por ejemplo la elección indirecta (elección obscura de delegados que luego elegirán a los dirigentes). Todo con la intención de mantener a los trabajadores alejados del conocimiento y la aprobación de sus condiciones de trabajo y de la elección de quienes serán sus líderes. Y todavía el líder priísta de la Cámara de Diputados se alcanzó la desvergüenza de declarar: En el PRI existe voluntad política para alcanzar acuerdos en los que todos coincidamos en lo que más le conviene al país y estamos muy cerca de lograrlo. Según él, la reforma sirve al país y, sobre todo, le da estabilidad laboral. “Es lo que hemos procurado –agregó– desde que recibimos la iniciativa preferente del presidente Calderón, que sufrió cerca de 400 modificaciones para perfeccionarla y darle a México este instrumento de modernidad con estabilidad” (La Jornada, 8.XI.2012). Para quien todavía dude de que hay una alianza estratégica entre el PRI y el PAN, aparte de sus satélites, aquí tendrá una nueva confirmación. Por mucho que difieran en detalles o en asuntos secundarios, priístas y panistas van de la mano en una estrategia derechista de largo plazo con los mismos objetivos. Y no cabe duda de que van por todo lo que esa estrategia implica: no sólo la reforma laboral; sigue en la lista la reforma energética y, tal vez al mismo tiempo, la reforma fiscal. Ahí los veremos juntos y sosteniendo las mismas posiciones. Que haya todavía alguien como los dirigentes perredistas que creen en las alianzas con el PAN, no sabe en qué país vive. La Jornada, domingo 11 de noviembre de 2012.
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