La Palabra

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LA PALABRA
No.18 BIS, Abril de 2013

Publicación periódica  de opinión. Responsables: Prof. Jesús Pacheco Martínez y Profa. Irma Clemencia Lara Martínez.   Correo: pamaranto_j@yahoo.com.mx
www.lapalabrareflexion.mex.tl
http://www.youtube.com/user/Lapalabrareflexion?feature=watch



Literatura para alumnos: un camino para aprendizajes diversos

Conferencia para alumnos y profesores, viernes 12 de abril de 2013, Siladín CCH Sur. Cátedra especial Rosario Castellanos 2012-13
 
Profesora Alicia Reyes Amador
 
En estas exposiciones nos estamos limitando naturalmente tanto el profesor Ruiz Basto como yo, a dos materias: TLRIID y Lectura y Análisis de Textos Literarios, las cuales juegan un papel fundamental en la formación integral que la universidad (ya no nada más el Colegio) promete a todos sus estudiantes. Vale la pena plantear el asunto que nos preocupa acerca de la calidad educativa que queremos para nuestros alumnos con una pregunta muy concreta: ¿qué es posible lograr para nuestros estudiantes en las duras condiciones y limitantes a las que hoy nos enfrentamos?

   Mucho, y en primer término, mostrando más respeto a éstos en tanto que personas dignas de él, atención a sus carencias académicas con auténtica vocación de servicio, cumplimiento de nuestros horarios y de la preparación de nuestras clases, etc.

   A continuación necesitamos asumir el hecho real de que nuestros estudiantes llegan al bachillerato con pocas herramientas para el trabajo académico que necesitamos realizar con ellos, lo que debemos ver como un reto y no como una tarea imposible.

   Después debemos establecer la importancia que tiene el hecho de aceptar que cada adolescente que ingresa al primer año de nuestro bachillerato es una persona  inteligente, con capacidad para elegir lo que desea hacer en la vida y no observarlos, como algunos lo hacen, aunque en el discurso digan lo contrario, como si fueran un grupo de obtusos desorientados, a los que hay que motivar a cada momento o indicarles el camino hacia la verdad, incluso llevarlos de la mano y por la fuerza a hacer lo que creemos que es “por su bien”.

   Por ello, pienso que hay que respetar a quienes deciden que estar en clase “no es lo suyo” y eligen los muchos caminos (con los que no estoy de acuerdo), que el Colegio les ofrece para una aprobación rápida y sin angustias de sus materias. Los planes y programas del Colegio y sobre todo, las autoridades de cada plantel, en lugar de hacerlos aprobar forzadamente y sin ningún aprovechamiento real, debieran incorporar para ellos de manera institucional y permanente, pláticas de orientación vocacional, visitas a centros de educación técnica, asesorías de psicólogos especialistas en orientación para adolescentes, programas de prevención para las adicciones y muchas otras actividades a través de las que este tipo de alumnos pudiesen ubicar cuáles son sus verdaderos intereses y objetivos. Desde luego, mantenerlos en observación constante mientras están dentro de las instalaciones del Colegio, para evitar que su tiempo lo dediquen a dañarse o dañar las instalaciones de los planteles.

         

   Por otro lado, también, y en eso estoy más que convencida, que nuestro respeto y admiración debe mostrarse de manera abierta para aquellos que deciden entrar a nuestras clases y enfrentar el reto de aprender paso a paso, con mucho esfuerzo y no sin muchos dolores de cabeza y desvelos.
Son estos últimos alumnos, los que dan sentido a nuestro trabajo docente y es para ellos que yo creo que debieran estar enfocados la mayor cantidad de recursos de nuestra institución.   

   Sabemos que en el Colegio hay libertad de Cátedra lo que habría que entender como una gran oportunidad de trabajar más y mejor, no para trabajar menos.

   Debiéramos, entonces, en esta idea de comprometernos profundamente con aquellos estudiantes que desean aprender, pero que no cuentan con todos los recursos que requieren, abordar cada uno de los aprendizajes defectuosos que han recibido en los ciclos de primaria y secundaria, (incluso de prepri: “debe observar que su hijo agarre bien el lápiz) como objetos de estudio y ponderación para avanzar en el propósito de eliminar los obstáculos que impiden cubrir los contenidos y los objetivos de nuestros programas. Hay que ir avanzando y rompiendo los vicios, así como llenando huecos y asentando mejor tanto los conocimientos adquiridos superficialmente como las habilidades mal orientadas. Es un trabajo arduo, lento y lleno de malas caras,  pero los resultados que ellos alcanzan son sorprendentes, enormemente satisfactorios e institucionalmente productivos. A nuestros alumnos les han enseñado a justificarse para no trabajar, a opinar sobre lo que no conocen, a hacer tareas sin el compromiso de aprender de ellas, etc.

   Muchos de nuestros estudiantes se han convertido en profesionales de estas habilidades y cuando en el Colegio se prosigue con esta práctica adquieren la especialidad en estas artes. Es hora de que revirtamos en serio esas experiencias y utilicemos todas las capacidades que adquirieron en la secundaria, para que ellos hagan conciencia de que esto les conducirá a un trabajo menos pesado y con mucho mayor sentido para lo que ahora les toca afrontar en este nuevo ciclo escolar, y que será mucho más productivo hacer lo contrario de lo que han venido practicando año con año. Sólo que ahora la misma habilidad y energía con la que se aplican a los comportamientos viciados deberán orientarlos a formarse como estudiantes de calidad. ¿Cómo? En primer lugar, habría que definir con claridad qué saberes y habilidades son importantes para que nuestros alumnos aprendan a leer y a escribir bien.

   Podríamos, también, iniciar los cursos con la atención centrada en que no hay justificaciones, ni para el profesor ni para los alumnos, para no emprender la tarea de trabajar clase tras clase sobre aquello que consideramos que es indebido o que deforma a nuestros estudiantes intelectual y emocionalmente. Habría que emprender esta tarea sin tregua alguna.

   Nuestros chicos, además de ser lo suficientemente inteligentes para elegir sus acciones, son también fuertes, no necesitan de nuestra conmiseración, más bien requieren de nuestro apoyo y trabajo para trascender sus (en muchos casos terribles) limitaciones.

    Hay que leer mucho y hacer de la clase un taller en el que se aborde siempre la comprensión de los textos, antes de intentar cualquier otro proceso intelectual con ellos. Es imprescindible que los estudiantes ENTIENDAN lo que leen y que sean capaces de traducir a su mundo verbal lo que encontraron en las lecturas. Es necesario que los capacitemos en la posibilidad de expresar con claridad y fluidez lo que leyeron. Este es el primer paso, se escucha sencillo, pero es lo más difícil de lograr.

   Necesitamos, con urgencia, reincorporar a nuestras clases con mayor oficio el trabajo con los textos literarios. Es evidente que las comisiones que hoy trabajan en la actualización de los programas afortunadamente están atendiendo esta demanda de manera inteligente.

   Integrar más lecturas literarias no significa desentenderse de los demás temas de los programas para TLRIID, más bien deberemos asumir que será necesario siempre balancear y ajustar de manera objetiva los contenidos de los cursos, de forma que nuestros alumnos progresen objetiva y simultáneamente en un mayor dominio de la lengua y en la adquisición de una cultura literaria y lectora a la medida de lo que se espera de un estudiante de nivel medio superior.

   Deberemos atender el estudio y el conocimiento de los otros tipos de textos, pero incluir también en cada unidad el desarrollo de habilidades para la lectura, la comprensión y utilización de conceptos para el análisis, estrategias de interpretación, etc., de textos literarios cuya naturaleza se corresponda con los aprendizajes que se enfaticen en los programas.

   Hacer esto, es fácil, cuando se tiene en mente la importancia de que los alumnos lean y, cuestión en la que queremos insistir, que se apropien de una cultura literaria. ¿Cómo lo podemos hacer unificadamente?

   La revisión de los programas implica cambios, pero no creemos que estos deban estar siempre en el sentido de borrón y cuenta nueva. En la historia del Colegio hemos experimentado mucho en lo que toca a los contenidos, las propuestas didácticas y los materiales con los que trabajamos en clase.

   Muchas de estas experiencias han sido exitosas y nos han permitido generar en nuestros alumnos múltiples herramientas útiles y sólidas en el terreno intelectual. Otras, sin embargo, como equiparar el texto literario con cualquiera de los demás textos, resultó, no sólo una mala moda, sino también una mala idea.

   Propongámonos regresar a las experiencias exitosas y enriquecedoras, ya que han probado su eficacia.

  De nuevo hacemos ver que abordar los textos literarios de manera abundante, es necesario para la formación de los alumnos. No estamos proponiendo en este sentido una moda, una idea novedosa o un cambio profundo que deba llevarnos a profundas investigaciones o largas discusiones. Estamos proponiendo regresar a lo que, en los inicios del CCH, funcionó de forma efectiva para que nuestros alumnos lograran un aprendizaje más efectivo tanto de los procesos de lectura como de los de redacción, así como de otras muchas habilidades intelectuales y formativas que, de manera integral, posibilita la lectura de textos, como los literarios, que son del gusto de los estudiantes cuando se les guía de forma sabia y comprometida a conocerlos.
 
Regresar al aula su importancia
 
Los programas emergentes como asesorías y tutorías, los cursos extras, los apoyos que brinda el área de psicopedagogía, las becas, la exención de pagos, etc., todo lo que es parte de la estructura de apoyo a la tarea docente es importante, útil y necesario, pero la calidad del trabajo directo en el aula es insustituible. Nada que se instrumente para tratar de resolver o trabajar lo que no se hace en el aula, es productivo, nada de lo que se trastoca en ella, se puede enderezar adecuadamente fuera de ella. El papel de todos esos cursos alternos sería muchísimo menos recurrido por los alumnos, si el trabajo de los profesores y los estudiantes en clase fuese más intenso, programado y comprometido y si las autoridades regresaran a las aulas la importancia que se merecen.

   Por lo anterior, habría que insistir en que la mirada de todos los que estamos empecinados en que la calidad de la educación de nuestros alumnos es posible, se enfoque en aquellas propuestas de trabajo que atiendan los o alguno de los problemas de aprendizaje que se presentan en el aula y que cada uno de ellos sea abordado de forma integral y práctica.    

   Los estudiantes egresados del nivel secundario llegan a nuestras aulas suponiendo que saben leer y escribir, que saben analizar e interpretar un texto, sin embargo, cuando comenzamos a incursionar con ellos en alguna lectura e intentamos aplicar alguna de las habilidades señaladas, nos damos cuenta que lo único que saben hacer es inventar que entienden, inventar que analizan y suponer que con insistir en que se han esforzado, la comprensión, el análisis y la interpretación, han sido cubiertos. Es decir, se les acostumbró a suponer que pueden leer y escribir sin rigor alguno y que con intentarlo lo han logrado.

   Lo descrito anteriormente, se convierte en clase, en uno de los obstáculos más evidentes y difíciles de vencer en el empeño por que los alumnos desarrollen las capacidades y habilidades que requieren para el proceso de comprensión de lectura, debido a que se ha creado en ellos, por un lado, una inercia en contra de hacer esfuerzos auténticos y, por el otro, una  costumbre casi nacional o natural de hacer trampa para aparentar que se trabajó. Como los adolescentes son más que inteligentes, podremos encontrar en este camino más sorpresas de las que podríamos suponer y, por ello, más dificultades para que asuman que lo mejor es esforzarse de manera auténtica y desarrollar un trabajo individual y propio.

   En los talleres de TLRIID y Lectura y Análisis de Textos hay que comenzar la tarea (de hecho ésa ha sido la que hemos asumido algunos de nosotros durante estos últimos años) con la idea de que la lectura y la escritura que deben efectuar los alumnos, se apeguen a lo que el texto plantea, para lo que resulta imprescindible detectar y eliminar vicios de los que se han impregnado en los ciclos anteriores como herramientas de supervivencia, pero no de comprensión y expresión adecuadas.

   Señalo algunas, las más relevantes:
  1. Leo todo un texto y sólo hablo de lo que dice al final, con ello estoy demostrando que sí lo terminé, aunque no haya entendido de qué trata.
  2. Si a lo largo de la lectura encuentro palabras que no entiendo, no acostumbro ir al diccionario, me las salto o infiero que entiendo lo que significan. Ej. “…el acero aprestad y el bridón” por “ …poner listas las armas y al bribón”
  3. Si por casualidad o por obligación tengo que ir al diccionario, entonces lo ocupo como directorio telefónico, es decir tomo el primer significado que aparece en el texto que consulto y la “encajo” en la lectura que estoy haciendo, si es pertinente o no, ya no es responsabilidad mía. Ej. “Un torrente de lágrimas…” lo traduzco como “Una corriente sanguínea de líquido salado”
  4. Las negaciones no tienen  importancia, debo leerlas como una palabra más que no cambia el sentido, incluso puedo escribir o leer “Nos preocupó que llegaras tarde” como equivalente a “No preocupó que…”.
 
   Con las formas de actuar ante la lectura que aquí he citado, podemos comprender que, una vez concluida, en la mayoría de los casos, ésta ha sido confusa, insuficiente y finalmente deformante. El alumno, al no entender lo que lee, se aburre, percibe que lo que está haciendo no le sirve para nada y su respuesta ante la literatura es naturalmente de rechazo.

   ¿Qué podemos hacer frente a este desinterés intelectual? Primero, no vacunar a los alumnos con los clisés intelectuales y sociales ya muy conocidos, a través de los cuales se intenta hacerles creer que obtendrán enormes reconocimientos y ganancias si se convierten en empedernidos lectores de textos.

   Nada más alejado de la verdad que afirmar que quien lee mucho se convierte  siempre en una mejor persona o adquiere automáticamente el reconocimiento social. Esto sólo lo logran quienes además de leer mucho, aprenden que lo que se sabe es una parte de su desempeño para la vida, también es necesario saber cómo, cuándo y para qué se utiliza lo que se lee. Es decir, la lectura de textos literarios y la lectura de otros tipos de textos, provee un mundo inimaginado de experiencias, opiniones, conocimientos, interpretaciones de la realidad, etc., que nos acercan a la posibilidad de observar el mundo de mejor manera y tomar mejores elecciones.

   Sin embargo, el acto final de elegir lo que más nos conviene en la vida, tiene que ver con algo más complejo que abarca las siguientes tres cuestiones: lo que hemos leído, los sentimientos y sensaciones con los que respondemos frente a nuestro entorno y los principios éticos con los que valoramos nuestros actos.

   Luego entonces, ¿qué tiene que ver la literatura con todo este grupo de factores? Pues nada más que los textos literarios son creaciones humanas en las que todos ellas están imbricadas y en las que cada una de ellas es relevante. Por ello leer fracturadamente, mal leer o inventar que se leyó, es otro de los aspectos que en la clase del taller debe abordarse de manera urgente.

   Para resolver problemas como los enumerados anteriormente, se necesita sin duda alguna, y primero que cualquiera otra solución, el interés y la preocupación personal de quien los comete, para evitarlos. Por ello, si los alumnos han llegado al bachillerato arrastrando esos problemas, deberemos asumir que no les ha interesado eliminarlos, y que hacerlo no forma parte de sus objetivos. Por esta razón debiéramos establecer reglas académicas muy claras y precisas para hacer ver a los alumnos que desean superar sus deficiencias, que requieren sujetarse a ellas no porque el maestro lo dice, sino porque son la forma de intentar un camino que los lleve a un mejor aprovechamiento de sus lecturas.

   Los cuatro primeros semestres del Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental deben regresar a su estatus de taller. En ellos debieran trabajarse cotidianamente los problemas de lectura y redacción y darles una solución práctica.

   Las cuatro habilidades que un alumno del Colegio debiera desarrollar, en nuestra área, durante su estancia en el Colegio son, leer, escribir, hablar y escuchar. Pero si se revisan atentamente los programas de la materia, podremos observar que las dos últimas habilidades no reciben la atención suficiente, o la reciben sólo de manera tangencial. Y lo mismo sucede cuando se aborda la evaluación de los aprendizajes.

   Por ello es necesario que los alumnos lean en voz alta y de pie, como si lo hicieran para un público al que tienen que atraer. Trabajar con textos en los que ellos deban moderar su tono de voz, recuperar las inflexiones del texto, respetar la puntuación, etc., y, a la par, los alumnos que escuchan, asimilar la lectura de sus compañeros lectores.

   ¿Por qué el pueblo mexicano lee poca literatura de calidad?¿Por qué la población mexicana consume muchísimas lecturas sin calidad, que van desde revistas pornográficas hasta los libros de “autoayuda” (para el bolsillo de quien los escribe)? Pues porque para leer literatura, por ejemplo en el caso de las novelas, se necesita poner a trabajar la imaginación, ir acompañando al narrador en lo que nos cuenta, participar en las acciones que forman parte de la historia, investigar junto con quien busca las causas de un hecho, viajar, etc., en cambio, para leer los textos de mala calidad, no hay que imaginar nada porque están llenos de imágenes muertas, acompañadas de textitos reiterativos, o el discurso en ellos es tan plano e inocuo que se capta fácilmente.

   Dirán muchos, y… ¿para qué sufrir entonces con la literatura de calidad? En verdad que para quienes no deseen desarrollar sus múltiples inteligencias, pues que no sufran, pero para quienes deseen atreverse a incursionar en el mundo de la imaginación y el desarrollo intelectual, hay que sufrir, para luego disfrutar. 

   Es más o menos lo que sucede con el ejercicio físico, los músculos no se desarrollan si éste es sólo de mantenimiento, pero uno decide el grado de desarrollo del músculo-mental que desea tener. La lectura de textos literarios de calidad proporciona músculo fuerte y bien irrigado para toda la vida, es incluso, uno de los tratamientos que se sugieren para evitar el Alzheimer.

   Otro recurso inestimable es la aplicación de la paráfrasis a todos los textos que se leen, como un excelente instrumento, y creo que casi el único, a través del cual podemos observar que cada alumno ha comprendido lo que leyó. Desde luego que este recurso, debe aplicarse paso a paso y con la ayuda siempre del diccionario y del profesor. ¿Suena aburrido?, ¿suena tortuoso? En efecto, puede ser un ejercicio aburrido y tortuoso, pero imprescindible, sobre todo cuando los alumnos no lo hicieron en el momento en que tocaba, es decir, en los ciclos de primaria y la secundaria.

   Una vez que los adolescentes se acostumbran a no inventar, sino a comprender, el camino restante se vuelve más amable para todos. Para entonces, la utilización tanto de la paráfrasis como del diccionario se convierte en una acción integrada a las características propias de la lectura placentera y deja de ser aburrida y tediosa.

      
Biblioteca del CCH Azcapotzalco

   La lectura se complementa de forma integral con la redacción. Si se lee con atención y se practica la redacción a partir de lo que se lee, se genera un círculo positivo. Por un lado me informo y me formo y, por otro, genero ideas, es decir, pongo a trabajar mis capacidades y habilidades de manera coordinada.

   Si los alumnos leen, pero no producen nada escrito, primero, no están desarrollando una de las habilidades que marca el programa, segundo, están desperdiciando la posibilidad de ser parte del mundo creativo y, por ello, mal usando una de las muchas posibilidades de comunicarse a través del lenguaje, que es uno de los factores que nos hacen distintos a los demás animales de nuestro género y mundo actual, es decir, el uso adecuado, pertinente y coherente de un lenguaje articulado.

   Para que los alumnos escriban lo que desean expresar, y que lo hagan de manera adecuada y ejerciendo las cuatro propiedades del texto, uno de los primeros aspectos que debemos revisar, enfrentar y resolver, es el uso consciente de la Gramática. Un conocimiento que se debió trabajar especialmente en primaria y secundaria, pero que por preocupaciones distintas a la preparación académica de los alumnos, las huestes de la guerrera que moriría luchando y que ahora está penando, olvidaron casi completamente.

   Por esta razón, nos toca a los profesores del Colegio, menos aguerridos y más preocupados por la formación de nuestros alumnos, trabajar este aspecto, más en forma práctica y ceñido a las necesidades de la clase, que como un tema de estudio, con objetivos, actividades y evaluación  propias.

   El manejo de la buena ortografía, sigue y seguirá siendo una enorme piedra en el zapato de los maestros de México. Los alumnos empiezan a escribir en la preprimaria sin preocupación alguna de si lo que escriben tiene que ver con el idioma Español. Encontramos por eso que nuestros alumnos de bachillerato lo usan como si de una lengua extraña se tratara. ¿Ejemplos?   “Devil” (diablo en inglés) por débil (sin fuerza), “tubo” (objeto cilíndrico hueco) por tuvo (propiedad en pasado), “a ser” (llegar a convertirse) por hacer (elaborar algo), “más sin en cambio” por sin embargo etc. Si utilizamos estas palabras en la elaboración de un enunciado, podríamos redactar un adefesio cuyo contenido semántico, con las faltas del caso, daría algo así como “Estaba diablo porque el objeto cilíndrico qué comer, pero no en lugar de, llegó a la meta”, en lugar de Estaba débil porque no encontró qué comer y sin embargo llegó a la meta.

   Lo que intento demostrar es que preocuparnos porque nuestros alumnos utilicen la ortografía correcta no es opcional, es un imperativo, si no queremos ser cómplices de que en pocos años el Español desaparezca o se convierta en un dialecto utilizado en la escritura sólo por un grupúsculo de la población mexicana y por quienes estudien nuestro idioma como segunda lengua en el extranjero.

   Una vez que los alumnos se han encariñado con la paráfrasis, podemos y debemos comenzar a ayudarles a que distingan con toda precisión los distintos tipos de textos escolares que pueden escribir a partir de sus lecturas. Este punto sólo será útil y posible si y solo si el profesor se ha puesto a estudiar, ha analizado y aun practicado las características de cada uno de esos textos.

   Los estudiantes, al terminar el primer año de bachillerato en el Colegio, debieran estar familiarizados, distinguir y poder elabora con pertinencia un resumen, una opinión, un comentario, una reseña crítica y un ensayo muy sencillo.

   El problema central que yo observo para alcanzar esta meta, es que una enorme cantidad de profesores, de mi área y de las demás áreas, no tienen este conocimiento y, por consiguiente, solicitan a los alumnos resúmenes cuando en realidad lo que les interesan son paráfrasis o ensayos que, por las pocas y generales indicaciones del profesor, terminan siendo humildes opiniones, lo que  confunde a los adolescentes y les crea la falsa idea de que saben hacer aquello para lo que en realidad no han sido preparados. 

   Sería muy útil que en el proceso de esta revisión de los programas se le diera a este punto, toda la importancia que requiere y que se ofreciera a los profesores cursos que les dieran la posibilidad de aclarar dudas y practicar estos y otros temas que ellos deben transmitir a los alumnos.

   Un aspecto que me parece de suma importancia en este sentido y que no se atiende, a pesar de que  lo he planteado en cada foro de opinión al que se me ha invitado, es el que tiene que ver con el tema de la evaluación. Desde mi punto de vista la evaluación debe ser una oportunidad para aprender, un proceso de revisión y corrección constante que insista en solucionar, en el momento en que se presentan, los errores, los vicios, las desatenciones, etc. No una actividad que sancione e indique quién lo hizo bien y quién mal. Este tipo de evaluación es útil en las competencias, en los concursos o en las elecciones, pero en una escuela se requiere que el proceso evaluativo sea una más de las estrategias que deben acompañar el desempeño de los alumnos y respaldar su aprendizaje.

   Aún más, mi opinión es que en los programas debiera estructurarse la autoevaluación del estudiante dirigida por el profesor.

   Decimos que deseamos, desde los inicios de nuestra institución, que los estudiantes del Colegio deben ser cada vez más independientes y críticos, pero  no existe ninguna propuesta de actividad que pase del discurso a la práctica. Yo he practicado y propongo que desde el primer año de bachillerato se le inculque al alumno, con parámetros muy claros, indicaciones precisas y haciéndoles ver que es una actividad más que se evalúa en el curso, la cultura de la autoevaluación. Con ella, los estudiantes no estarán dependiendo siempre de la docta opinión del profesor o, como sucede en muchos casos, de la arbitrariedad de éste.  Pero también se acostumbrarán a obtener calificaciones que serán producto directo de su forma de trabajo y del empeño que efectivamente hayan puesto en sus tareas escolares.

   Si al estudiante se le indican los parámetros precisos que debe cubrir y las características puntuales con las que deben contar sus trabajos y, una vez que los entrega al profesor, se le pide que contraste el producto que entrega, con los señalamientos que se le dieron para que lo hiciera, y se le hace responsable de su evaluación, estaremos generando, conductas que lo irán conduciendo a convertirse en un estudiante capaz de revisar críticamente sus tareas, apuntes y trabajos escolares. Más aún: que se esmerará cada día por alcanzar mayores niveles de calidad.

   Esta propuesta conlleva una carga más de trabajo en clase y mucha disciplina, es un proceso lento, heterogéneo y en algunos momentos poco apreciado por algunos estudiantes que confunden el concepto de evaluar su trabajo con anotarle a su trabajo lo que desean obtener como calificación. No obstante, al final del año escolar, rinde sus frutos y es altamente satisfactorio para muchos estudiantes darse cuenta de que son ellos los que han ido reconociendo y corrigiendo poco a poco los comportamientos y las formas de trabajo que les impedían al principio del curso un buen desempeño escolar.

   Para que los alumnos de primero de bachillerato arriben a quinto y sexto semestres preparados para afrontar el reto de trabajar la lectura y el análisis de textos literarios, insisto en una propuesta que sé que va a provocar muchas expresiones de molestia, debido a que creo que mi única aliada en esto soy yo. No obstante que entiendo perfectamente a quienes no estén de acuerdo conmigo y que, reitero, deben ser todos mis demás colegas, a continuación la expreso: no se debe permitir que los alumnos elaboren, investiguen o utilicen la computadora para la clase de Taller de Redacción en los primeros dos semestres. ¿Cuál es el fundamento de tal desproporción, ahora que el mundo de la tecnología nos ha invadido con miles de instrumentos útiles para el aprendizaje?

   Pues nada más, ni nada menos, que el dato en el que todos los profesores estamos de acuerdo y que tiene que ver con que los alumnos ingresan a nuestro bachillerato con múltiples deficiencias, baches, hoyos, vicios, malas inercias, mala letra, pésima ortografía, etc., así que la utilización, para ellos de la computadora, que es un maravilloso facilitador, se convierte para los adolescentes que tienen muchas deficiencias  en el manejo del idioma escrito y en la comprensión de éste, en una encubridora, cómplice, conspiradora, confabuladora, etc., y a ellos los ayuda a convertirse cada día más en blandengues intelectuales, especialistas en corte y confección, indulgentes con sus deficiencias, buscadores de calificaciones que no se corresponden con lo que saben, intolerantes al fracaso y, sobre todo, en crédulos que piensan que saben hacer cosas, cuando es ella la que las elabora.

   Por lo anterior, propongo que las tareas, trabajos y ejercicios, se elaboren a mano, sé que la letra de algunos de ellos es difícil de leer, pero  habría que solicitarles que escriban lo mejor que puedan, corregir lo que ellos hacen y observar que sea lo que ellos hacen, corrigen y vuelven a corregir, lo que conozcamos, y que sea  el trabajo real de cada alumno el que vaya mejorando a partir de la supervisión constante del profesor y del esfuerzo real de cada uno de ellos.

   Los resultados de este proceso, son siempre o han sido siempre para mí, maravillosos. La historia de la crisálida que se convierte en mariposa queda opacada cuando comparo los escritos de mis alumnos cuando se iniciaron en el curso, con los que redactan al final del segundo semestre.    

   Por último, pero no porque se hayan agotado las propuestas, sino porque en algún momento debe terminar una plática como ésta, señalo que en todos los aspectos que he comentado para el trabajo en clase, y que en lo personal yo desearía seguir incluyendo en los nuevos programas para TLRIID, es de vital importancia insistir con los estudiantes. Pero para ser convincentes ante ellos es necesario predicar con el ejemplo, con el ejemplo de otros muchos que se ha empeñado en el estudio serio y consistente y han obtenido frutos que los han colmado personal y profesionalmente. También con lecturas abundantes, y, desde luego, con la generación y el reforzamiento de valores positivos y el desarrollo día con día de su inteligencia emocional.

   De poco sirve a un ser humano, para ser mejor, la lectura de textos literarios, la comprensión de ellos, una redacción pertinente, etc., si todo ello lo utiliza para dañarse o dañar a los demás, y si su desempeño como estudiante o profesional lo conduce a sentirse desadaptado o sometido. Si en su trabajo diario lastima, abusa o utiliza a los demás para tener mejores condiciones materiales. No habremos sido entonces, capaces de inculcarle la importancia de ser cada vez mejor y más feliz, cada vez más responsable de sus actos y más capaz de elegir lo que mejor le conviene y de sentirse satisfecho de pertenecer o provenir de una institución tan generosa y con tanta calidad humana y académica como la UNAM.

   Es a ella a quienes muchos de nosotros debemos nuestra trayectoria académica y quien nos ha dado la oportunidad de tener experiencias que en ninguna otra institución hubiésemos encontrado. Creo que nuestros alumnos tienen el derecho de percibir y experimentar esa sensación de respaldo y protección, de exigencia y orgullo que quienes nos hemos formado en ella hoy sentimos profunda y auténticamente.

   Nos toca pues, comprometernos con ellos para cooperar en este sentido, en el discurso, en nuestros propósitos, pero sobre todo, en la práctica cotidiana, día a día en el salón de clases.

   Para quienes no creemos que las actitudes revolucionarias están en desuso o que son cosa de los años sesenta, enseñar a nuestros alumnos que es su deber aprovechar las oportunidades que les brinda la Universidad y que paga el pueblo de México, prepararse para enfrentar éticamente su futuro profesional y actuar siempre con espíritu de servicio, son de de los caminos más efectivos para cambiar de fondo la realidad de nuestro país y para generar un mejor entorno para ellos y para quienes serán sus herederos.

   Muchas gracias por su atención

    
CCH Sur, Ofrendas

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