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LA PALABRA
                                                                                                                            
No.58, abril de 2014
 
Publicación periódica  de opinión. Responsables: Prof. Jesús Pacheco Martínez y Profra. Irma Clemencia Lara Martínez.
 
Piden que el CCH ofrezca cuatro turnos

El Correo Ilustrado

 
La necesidad de educación media superior en la ciudad de México y la zona metropolitana se ha incrementado, ya que para este año se calcula una demanda de 318 mil aspirantes, de los cuales 160 mil habrán escogido el bachillerato de la UNAM. Nos permitimos hacer llegar a las autoridades de nuestra casa de estudios y de la Secretaría de Educación Pública la propuesta de que la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades abra sus espacios de manera presencial a un mayor número de jóvenes, restableciendo los cuatro turnos con que este sistema educativo dio inicio, haciendo el ajuste necesario en su plan y programas de estudio.

De 1971 a 1995, el CCH mantuvo cuatro turnos y contribuyó a resolver la demanda de educación sin demeritar la calidad de la enseñanza-aprendizaje, aplicando su filosofía pedagógica, generada en gran medida por Pablo González Casanova.

Jesús Pacheco Martínez y Jesús De la Rosa Cruz

La Jornada, martes 22 de abril de 2014




 
Cultura y educación, tedio y violencia
 
Manuel Pérez Rocha
 
 
La cultura es el espacio de la libertad y la creación, la educación es el espacio de lo obligatorio y lo aburrido. Este fue, hace algunos años, el demoledor argumento de un notable y respetado escritor para oponerse a la fusión de las secretarías de Cultura y Educación del Gobierno del Distrito Federal. Sin duda ese argumento corresponde en parte con la realidad: la cultura es el espacio de la libertad y la creación, la educación escolar ha sido el espacio de lo obligatorio y lo aburrido. Además, el aburrimiento y la obligatoriedad (ahora extendida a la llamada educación media superior) se han impuesto a amplios sectores de la población (más de 50 millones de mexicanos), y a la inversa, la cultura –en el sentido implícito en el pronunciamiento citado– sigue sólo al alcance de unos pocos. La propuesta de congregar ambas dependencias pretendía impulsar el cambio de esta realidad, cambiar la educación para llenarla de cultura (de esa cultura), hacer de la educación un espacio de libertad y creación, y de la cultura un bien para todos mediante el gigantesco aparato escolar. ¿Es posible? ¿Es esto una ilusión ingenua?

Si nos atenemos a las acciones mediante las cuales se impone la mal llamada reforma educativa del gobierno federal, no podemos abrigar esperanzas. Los documentos y muchos discursos generados en los meses recientes por la SEP y por el nuevo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) para implementar (sic y resic) la reforma educativa causan somnolencia; son aburridos en extremo y no hablan sino de obligaciones. No sólo son aburridos, son farragosos, extensos, interminables, reiterativos y plagados de incorreciones gramaticales; no han merecido siquiera la revisión de un buen corrector de estilo, ya no digamos los aportes de algún escritor o pedagogo. Al leerlos vienen a la memoria los calificativos aplicados por Octavio Paz al lenguaje de la ONU; según el poeta preferido de los economistas y sociólogos, era: anémico y castrado. Me imagino el tedio de los profesores mexicanos al leer esos documentos y escuchar los discursos. Así, por supuesto no se logrará la proclamada calidad de la educación, ni hacer de ésta un espacio de cultura.

Sin duda se argumentará la imposibilidad de hacer atractivos e interesantes documentos de carácter técnico y administrativo, normativos. Falso, la aridez de la técnica –y sus desviaciones y abusos– deberían subsanarse con ideas, con propuestas pedagógicas. Pero además esta es la primera aberración: empezar por el lado equivocado, por la técnica y la administración, cuando la urgencia en la educación es una inyección de fuertes dosis de cultura, de entusiasmo, de pasión pedagógica. Esta urgencia no es un invento, es innegable para quien quiere leer bien este mundo saturado de todo tipo de violencia y degradación. Aburrimiento, obligatoriedad y técnica están en el origen de la violencia porque en sí mismos implican algún grado de violencia. Ya he recordado en este espacio la tesis de Erich Fromm acerca del origen de la destructividad humana: un factor determinante es el aburrimiento existencial. Las entrevistas a varios criminales revelan esta realidad: sus actos les aportan la adrenalina indispensable para soportar el tedio y la falta de sentido de sus vidas. Las entrevistas a jóvenes llamados con oprobio desertores del sistema educativo muestran una causa muy frecuente de su alejamiento de las aulas: el aburrimiento. Esta coincidencia debería generar alarma.

Superar el tedio escolar –y vital– implica enriquecer el sistema educativo con los elementos más fecundos de la cultura: las artes, la filosofía, la historia, la ciencia. Las aberrantes políticas actuales avanzan en la dirección contraria; en busca de la eficiencia, reducen la educación a lo básico, lo elemental, lo práctico, lo instrumental, las competencias, eliminando las inútiles humanidades, industrializando y burocratizando cada vez más un espacio urgido de humanización en todas sus áreas. Este diagnóstico no requiere la aplicación de reactivos y técnicas de sicometría, ni la definición de parámetros e indicadores, como se persigue obsesivamente con talante cientificista. En vez de ocuparse de este reto cultural, las acciones emprendidas por la SEP y el INEE van construyendo una gigantesca y enredada parafernalia de normas, lineamientos, criterios, procedimientos y estructuras consumidoras de tiempo, recursos y atención, cuya función es política: controlar, desde el centro del país, el ingreso, promoción y permanencia de los integrantes de la planta docente. La urgentísima evaluación pedagógica y cultural del sistema educativo se deja para un incierto después.

“El propósito de los Criterios Técnicos –proclama el INEE en uno de sus documentos– es el de proveer referentes para valorar la calidad de los instrumentos de evaluación, de las prácticas evaluativas y de los usos de las evaluaciones” (un buen corrector les hubiera suprimido el de y las mayúsculas). Se reitera pues una visión puramente técnica de la evaluación, cuando el apremio es definir los parámetros filosóficos y pedagógicos en los cuales se apoyen una evaluación de otro tipo y la redefinición de sus usos, como lo demanda el movimiento magisterial coordinado por la CNTE. La evaluación necesaria no se limitaría a aplicar instrumentos, ni éstos se definirían sólo con criterios técnicos. La visión de la sicometría y la administración, dominante en el nuevo INEE y la SEP, debería ser superada con la de la literatura, la filosofía, la historia, la pedagogía, la ciencia. Sólo de esta manera la evaluación podría contribuir a hacer de la educación un espacio de libertad y creación, y de la cultura un bien para todos mediante una nueva educación.


La Jornada, jueves 17 de abril de 2014




 
In memoriam Cristina Carmona

El Correo Ilustrado

 
Este año y los últimos meses del pasado han sido de pérdidas y de luto. Gente maravillosa como Carlos Fuentes, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Federico Campbell, Luis Villoro, Emmanuel Carballo y el inolvidable Gabriel García Márquez, entre otros, nos dejan preguntas y reflexiones sobre la vida que llevamos y cómo deberíamos vivirla. Junto a ellos, yo ubico a una notable profesora del Colegio de Ciencias y Humanidades de los planteles Sur y Naucalpan que perdió la vida este 12 de abril, Cristina Carmona.

Los verdaderos formadores, los que aman el conocimiento y lo trasmiten con amor, habilidad y creatividad son como esas estrellas inextinguibles que surcan los espacios y siempre, siempre están ahí. Cristina pertenecía a este tipo de formadores. Todavía leo y vuelvo a leer los trabajos que elaboró con otros profesores como Margarita Krap e Ysabel Gracida sobre la primera revisión curricular del Colegio, entre otros, trabajos que recogieron las semillas de un modelo de enseñanza y aprendizaje (Pablo González Casanova), el cual evocaba la educación y el conocimiento como conciencia posible, el areté del que hablaba Sócrates.

El Colegio se enriqueció como todos nosotros, docentes y alumnos, con la presencia de Cristina, su docencia, trabajos, participación en seminarios y formación de profesores, entrega y compromiso.

Gloria Alicia Rubio Gómez
 La Jornada, martes 22 de abril de 2014



 
 
No fui amigo ni devoto de Gabo
Joel Ortega Juárez
 
No sé si en todas partes cuando muere una figura como Gabriel García Márquez se produce el fenómeno mexicano. De pronto todos fueron amigos y devotos del personaje. Todas las élites hacen declaraciones solemnes y compungidas “lamentando su muerte y la inmensa huella que deja en la vida nacional e incluso mundial”.

Leí a Gabriel García Márquez cuando era militante de la Juventud Comunista, recuerdo los largos trayectos de mi casa a Ciudad Universitaria leyendo Cien años de soledad. Después haría lo mismo con Rayuela de Julio Cortázar y antes pasé muchas tardes acompañado de la lectura de Las buenas conciencias, de Carlos Fuentes. Nunca imaginé que conocería a ninguno de ellos. Como ocurrió.

La primera vez que escuché referirse a García Márquez como Gabo fue en voz de Ernesto Correa, joven colombiano que vino en 1968 en la delegación colombiana a la Olimpiada Cultural. Con ayuda de Álvaro Mutis se quedó a vivir en México más de cuarenta años. Correa nos contó de la amistad entre Mutis y García Márquez. Me impresionaba la gran cultura literaria de Ernesto. Entre sus charlas y las lecturas de los libros de Gabo conocí algo de Colombia. Mi primer contacto con esa cultura fue en un viaje rumbo a Chile en un vuelo de Avianca donde viajaba una chava de la Juventud Comunista colombiana de apellido Arango quien me contó de la existencia de Tiro Fijo y sus grupos de autodefensa.
Muchos años después estuve en Colombia y descubrí el manejo fantástico del español de los colombianos, parecía estar leyendo a Gabo al escucharlos.

A través de Jorge Castañeda y Miriam Morales estuve con García Márquez en varias reuniones, incluyendo la cena que le organizaron para celebrar la obtención del Premio Nobel, durante esa reunión estuve con Arnoldo Martínez Verdugo, quien presentó a Castañeda con ese inmenso personaje y gran novelista.

Cuando se iba a publicar la revista El Machete se realizó una reunión con varios de los integrantes del equipo que la editaba, encabezado por Roger Bartra, y el invitado principal fue Gabo.

Casi todos los integrantes del boom latinoamericano estuvieron comprometidos y entusiasmados con la revolución cubana. Una inmensa cantidad de jóvenes de esa generación nos formamos en la lectura de esos escritores y en la ensoñación por Cuba, su revolución y Fidel. Después casi todos ellos criticaron las desviaciones autoritarias de Castro, menos García Márquez.

Su respaldo a la dictadura castrista no mermó mi admiración por su literatura, como tampoco su cuidadoso silencio ante el autoritarismo del priato. Tampoco me obliga a callar mi desacuerdo con él, incluso ahora que todos le rinden pleitesía.

No sirve de mucho decir que García Márquez era como cualquier ser humano, para evitar criticarlo o separar al escritor de sus posiciones políticas.

Su inmensa influencia y talento pudieron haber contribuido a luchar contra las perversiones que sufrió el proceso cubano.

Gabriel García Márquez es un personaje que rebasa su gran estatura de escritor justamente premiado con el Nobel, su figura merece el respeto de la discrepancia, cuando exista, no la abyección de la devoción fanática.
 

joeloj7168@yahoo.com.mx



 
Privatizar el servicio del agua en el Distrito Federal
 
Jesús Pacheco Martínez
 
El gobierno del Distrito Federal anuncia su plan de privatizar el servicio del agua, disfrazando esta intención mediante el concepto de modernización, en voz del propio jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera: “la descentralización del Sistema de Aguas no significa que se vaya a privatizar”.
 
Cuando se habla de la participación de la IP (Iniciativa Privada), es decir de empresa y empresarios en “distintos esquemas de financiamiento”, no significa otra cosa, sino colocar un servicio y un organismo público como lo es el Sacmex (Servicio de aguas de la Ciudad de México), en manos privadas, según Mancera para “dar garantías de abasto, suministro equitativo y de calidad en la prestación del servicio”.                                                  
 


 
La Jornada, 17 de abril de 2014

 
Y uno se pregunta: ¿Qué no es esa la función del Sacmex y la responsabilidad del gobierno preservando a este organismo como parte sustancial del Estado, como lo es también el Metro?
 
“La iniciativa contempla poner en manos del sector privado, durante 15 años, la construcción de plantas potabilizadoras y de tratamiento de agua para reuso, la detección y reparación de fugas y la instalación de 525 mil micromedidores, mediante la firma de contratos de prestación de servicios”.
 
El agua es un bien común, por lo tanto el servicio con todo lo que ello implica, forma parte de un derecho universal, que sólo como servicio público se puede garantizar. Si este servicio pasa a las empresas privadas, prevalecerá el interés privado, la ganancia, el abuso y la inmoralidad en la administración y explotación del agua.
 
La iniciativa privatizadora, ha sido turnada a la Asamblea Legislativa, donde seguramente aprobarán dicho proyecto. ¿Los ciudadanos del Distrito Federal, aceptarán este nuevo intento de desmantelar un servicio público?



 
 
 
Venezuela: dos opciones
 
Guillermo Almeyra
 
El presidente Nicolás Maduro evitó caer en la trampa de la respuesta violenta a la violencia fascista y, al mismo tiempo, la borró de las calles, que pasaron a ser de los sectores más pobres y más conscientes de la población. El intento de preparación de un golpe de Estado mediante asesinatos y quemas de los centros médicos cubanos, edificios públicos y locales del PSUV fue ahogado por la intervención popular unida a la firme acción estatal.

El golpe sigue, sin embargo, como opción principal de Estados Unidos y de sus cómplices locales, sólo que ahora será preparado sin impaciencias ni apresuramientos, buscando aprovechar las muchas brechas que les deja la violencia, la delincuencia, la escasez de alimentos y bienes, la inflación, la caída de los ingresos reales y la corrupción en el aparato estatal a los fascistas mal disfrazados de demócratas. Porque si el fascista Henrique Capriles, vistiendo una piel de oveja chavista, arrastró de su lado nada menos que 600 mil votos que antes habían sido de Hugo Chávez es porque existe un gran sector popular que no es oligárquico ni proimperialista, como lo es en cambio el núcleo duro de la oposición ultraderechista, pero que está descontento con el gobierno, no espera que éste le solucione los problemas y cree, con una ilusión fatal, en las vagas promesas liberales de los medios de prensa y la televisión internacionales y nacionales, de los llamados mercados (las trasnacionales y sus ideólogos) y de la mayoría de los académicos venezolanos, que defienden privilegios.

                         

 
Por consiguiente, para aplastar a los golpistas es necesario redoblar la vigilancia, evitar que compren oficiales conservadores, aplastar en el huevo las intentonas subversivas. Pero, sobre todo, hay que separar de los fascistas al sector que fue antes


                          

Ramón Guillermo Aveledo (en el podio), líder de la Mesa de la Unidad Democrática, resaltó que el encuentro nos permitió avanzar en el compromiso de crear grupos de trabajo y adelantar contenidos Foto Ap, Dpa, Afp y Notimex.  La Jornada, 17 de abril de 2014

ganado por Chávez y puede ser nuevamente conquistado, a condición de no meterlo en el mismo canasto con Capriles, de comprender por qué protesta y se opone y de darle una respuesta a sus inquietudes y reclamos legítimos, encarrilándolos por la vía democrática.

Lo esencial es acabar con la violencia o al menos reducirla fuertemente, es resolver el problema del abastecimiento en alimentos o sea, de la producción agrícola-ganadera nacional, es controlar estrictamente la corrupción y las desigualdades que desmienten las declaraciones socialistas, es mantener los ingresos reales, es aumentar la producción, la productividad y la eficacia del aparato económico público mal llamado socialista.

El ejército y las fuerzas de seguridad, por supuesto, tienen un amplio campo de acción en el control de la conspiración, que es alentada por la embajada de Estados Unidos y la reacción internacional. Pero la reducción de la delincuencia y de la corrupción en todos los niveles no puede quedar en manos de los aparatos represivos del Estado, que también se corrompen como se ve todos los días en las cárceles, donde siempre entran drogas y armas. Lo único eficaz en ese campo es el control de los vecinos en los barrios, la creación de organismos populares de prevención y represión de la delincuencia, el control de los trabajadores sobre los ingresos y el nivel de vida de los funcionarios, que debe ser transparente, el control por los trabajadores de los libros contables de bancos y empresas para evitar que el hampa se financie e impedir la fuga de capitales y las cuentas en paraísos fiscales.

Ahora bien, Maduro recurrió firmemente, contra los golpistas, a la ley y al aparato estatal y es de esperar que los promotores de asesinatos y asonadas terminen presos en breve. Pero, nuevamente, dejó de lado la profundización social del proceso bolivariano: o sea, el estímulo a la autorganización popular, al poder popular en germen, a la planificación desde las comunas, al control de los territorios, a la organización de los milicianos; en una palabra, el presidente cree posible sustituir la fuerza real del chavismo –que es social y de clase– por el aparato del Estado, que en cambio está al servicio de una economía que sigue siendo capitalista y es policlasista.

Como en la Revolución Española, donde la guerra se perdió junto con la revolución porque hubo gente que decía que primero había que derrotar al fascismo antes de tomar las medidas sociales (por ejemplo, la libertad a las colonias, la reforma agraria y entrega de las tierras de los latifundios y de la Iglesia a los campesinos, por empezar, que le habrían quitado a Franco sus soldados marroquíes, gallegos y navarros), ahora para ganar la guerra en Venezuela contra los fascistas al servicio de Estados Unidos primero hay que quitarles las bases sociales y desarrollar al máximo los elementos de autoorganización y de control popular.

                        

 
El poder de la parte sana del Estado reposa en el poder popular, que no es una concesión paternalista de aquélla sino su garantía. Deben ser desechados por nocivos el paternalismo, el Yo soy el pueblo, la creencia en que bastan la lealtad, la buena voluntad y la honestidad para resolver los problemas complejos de una economía tan dependiente del exterior como la venezolana. Sólo la creatividad, la organización, la toma de conciencia, la plena libertad del movimiento obrero, de los sindicatos, la discusión sin traba alguna entre las distintas organizaciones y tendencias revolucionarias y socialistas, pueden impedir que la burocracia y la boliburguesía, unidas por mil lazos con la derecha nacional e internacional, lleven la revolución al fracaso o la traicionen en un próximo golpe mejor preparado.

El socialismo no es algo que los que se sienten socialistas organizan desde arriba: es el resultado de la participación, de la capacidad de decisión, de la maduración, de la autoorganización independiente de los trabajadores. No es una dádiva del Estado capitalista, es la construcción de otro Estado desde abajo.

La Jornada, lunes 21 de abril de 2013



 
 
10. 8. 2011
 
Desde ayer las nubes lo rehuyen
temen disiparse
 
Todo lo calcina
 
Busco su rostro, me lo impide
me obliga a mirar mi sombra
 
Somete a mi cuerpo con las faces del odio
y no logro calmarme
 
Entera claridad del día
muerde mis plantas
aviento los zapatos
 
Vaga el espanto con mi nombre
 
Javier Acosta Romero,
 Fuera de foco, Poemario



 
Mariposas para Gabriel García Márquez
 

 

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