La Palabra

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LA PALABRA
 
No.43, enero de 2014
 
Publicación periódica  de opinión. Responsables: Prof. Jesús Pacheco Martínez y Profra. Irma Clemencia Lara Martínez.
Correo: pamaranto_j@yahoo.com.mx
www.lapalabrareflexion.mex.tl

http://www.youtube.com/user/Lapalabrareflexion?feature=watch

 
El correo ilustrado

Contra la privatización del Metro

 
El director del Sistema Colectivo de Transporte, Joel Ortega Cuevas, ha anunciado que se formará una asociación pública privada (APP), que intervendrá en la compra y reparación de trenes para las líneas del Metro, así como para el cambio de la energía eléctrica que se utiliza en este sistema. Lo anterior significa para el buen entendedor, que con dinero público se estimulará la inversión privada en el Metro, aunque se diga que el Metro se preservará “como la principal empresa pública paraestatal” y que  “el consejo de administración del STC regulará estas asociaciones público privadas”, algo similar a lo que el gobierno federal repite hasta el cansancio: que PEMEX, seguirá siendo una empresa de los mexicanos.

No nos engañemos, ni que se nos quiera engañar. Este es el primer paso para privatizar el Metro. Se trata de compartir ganancias con empresas privadas, que invertirán sus propios recursos en una empresa pública, que el gobierno actual del Distrito Federal es incapaz de preservarla en su autonomía sin injerencia privada. La Asamblea Legislativa debiera de intervenir en este proyecto de Mancera,  Ortega Cuevas y asociados e impedir que el Metro se privatice.

 
Jesús Pacheco Martínez y Marlene Martínez Hernández
La Jornada, sábado 18 de enero de 2014.


 
Las autoridades del Metro van de mal en peor. Primero aumentan la tarifa de 3 a 5 pesos. Ahora promueven una campaña en las estaciones, pidiendo a los usuarios, que no les compren a los vendedores ambulantes que pululan por miles en todas las líneas del Metro. Es una muestra más de su desinterés por garantizar seguridad y tranquilidad en este transporte.
 
 
La ira no basta
Joel Ortega Juárez
Milenio, 18 de enero de 2014
 
Sobran los motivos para tener ira por lo que se vive día con día. También es creciente el número de iracundos en el mundo y en México. Cada vez menos, es cierto aquello de que somos un pueblo agachado. Hoy son más visibles las acciones de rechazo a los gobiernos e incluso al mismo Estado; a pesar de que muchos disidentes sean fervientes admiradores del estatismo nacionalista, es una de tantas paradojas, quizá la más esquizoide.
 
Curiosamente quienes ven y viven cada acontecimiento de lucha como el punto crítico revolucionario son también los que sufren depresiones tremendas ante los finales de esos ciclos o movimientos. Casi de manera permanente los desenlaces no culminan en victorias y entonces se buscan las más increíbles explicaciones.
 
Prevalece en muchos una cierta cultura de la derrota. Un ánimo que enaltece el martirio como signo de identidad de los movimientos. Existe una especie de disidencia cristiana o religiosa que se autoconsidera como depositaria de todas las virtudes: dignidad, patriotismo, honestidad, valentía, pasión por la justicia, defensora de la libertad, enemiga de la oligarquía y sus testaferrros y demás rasgos apostólicos.
 
Al mismo tiempo considera a cualquiera que no comparta puntualmente sus opiniones como traidor, oportunista, imbécil, manipulable, vendido, corrupto, deshonesto, cobarde, aliado del imperialismo y para algunos hasta agente sionista.
 
Nunca importa demostrar tal o cuál acusación, es suficiente con que se diga por ciertos líderes morales o voceros del pueblo, aunque muchas veces se "dispensen" a personajes de biografías muy oscuras y hasta vinculadas a los peores episodios de la vida política. De un día a otro antiguos demonios son santificados.
 
Cualquier actividad política que pretenda construirse mediante la división de la sociedad en buenos y malos empieza y culmina promoviendo la intolerancia y la persecución. La historia está llena de ejemplos de las consecuencias de ese tipo de política fundamentalista. Casi siempre termina en tragedia social y a quienes más perjudica es a los condenados de la tierra.
 
Con esa visión binaria, no es difícil cometer equivocaciones. La denuncia de una política restauradora con el regreso del PRI a la Presidencia podría tener cierto tufo de esa visión apocalíptica, dado que habían ocurrido cambios en varios aspectos del sistema político mexicano. El argumento más sólido contra una restauración es la existencia de un pluralismo en los gobiernos y los congresos federales y locales, además de una libertad de expresión inexistente durante el autoritarismo.
 
Infortunadamente se han dado muchos fenómenos típicos del antiguo régimen. Ahora mismo estamos en presencia del viejo presidencialismo, con la designación de una especie de virrey en Michoacán, sin siquiera haber tenido que recurrir al expediente de la "desaparición de poderes". Eso, sumado a la ocupación militar de Michoacán, no resolverá la tremenda descomposición social y la violencia creciente y delirante. El peor de los escenarios está ocurriendo a un año del gobierno de Peña Nieto.
 
No basta repudiar su figura y caricaturizarlo, sino que se requiere pensar una salida.
 
joeloj7168@yahoo.com.mx



Juan Gelman, ciudadano de América Latina.
 
Juan Gelman, poeta
Ericka Montaño Garfias
 Periódico La Jornada.
Miércoles 15 de enero de 2014.

 
Siempre la palabra.
 
Juan Gelman y la palabra, la que hablaba de poesía y exilio, la que denunció los horrores de las dictaduras de las Américas del centro y del sur, la lengua como patria, la palabra como memoria. Estas palabras, estos temas, siempre presentes, no sólo en su obra, en sus infinitos poemas, sino también en los discursos que pronunció al recibir, en orden cronológico, el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe (2000), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2005) y Premio Cervantes (2007), tres de los más importantes y apenas tres de los casi 30 galardones que obtuvo.
Ahí está la poesía de pie contra la muerte, dijo al recibir el Cervantes. De los discursos en esas tres ocasiones son estas palabras:
 
Desaparecidos
 
“Yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado. La dictadura militar argentina desapareció a 30 mil personas y cabe señalar que la palabra desaparecido es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto”.
 
Memoria
 
“Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido verdadero. La memoria es memoria si es presente y así como don Quijote limpiaba sus armas, hay que limpiar el pasado para que entre en su pasado. Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad quieren la destitución de su pasado en particular.
 
“Ya no vivimos en la Grecia del siglo V antes de Cristo en que los ciudadanos eran obligados a olvidar por decreto. Esa clase de olvido es imposible. Bien lo sabemos en nuestro cono sur. Para San Agustín, la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos que a uno se le antojan. Pero hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron. Pesan en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas incesantes, ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.
 
Genocidio
 
Y ahora pienso que no hay un después de Auschwitz, de Hiroshima y Nagasaki, ni del genocidio argentino, que estamos en un durante, que las matanzas se repiten una y otra vez en algún rincón del planeta, que existe ese genocidio más lento que el de los hornos crematorios, pero no menos brutal, llamado hambre, que en el medio siglo que dejamos atrás no ha habido un solo día de paz en el mundo. Padecemos un tiempo anterior, en realidad, anterior al sueño posible, a la humanidad posible, a su fulgor posible. Y, sin embargo, la poesía continúa, tal vez porque encuentra, como Juan Rulfo dijo, el olor de la gente como una esperanza.
 
México
 
No estoy exiliado aquí: ésta es la tierra que elegí para vivir y morir, la tierra que abrió sus puertas generosas a los perseguidos por las dictaduras del sur.
 
Neoliberalismo
 
“Y menos ahora, cuando el neoliberalismo imperante ensancha impune la brecha entre ricos y pobres y la miseria es el único plato que a millones de latinoamericanos se les sirve cada día. Sin embargo, la poesía sigue viva, es un tirar contra la muerte, su mera existencia resiste el envilecimiento de lo humano ‘en edad tan detestable como es ésta en que vivimos’, que dijera don Alonso”.
 
Lengua
 
La lengua es la patria de muchas patrias, la infancia, el hogar, una manera de ver el mundo, de hablar con él, y es una dicha grande para mí haber nacido en castellano. La lengua expande el lenguaje para hablar mejor consigo misma.
 
Poesía
 
“La poesía habla al ser humano no como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía. Va a la realidad y la devuelve otra.
“Espera el milagro, pero sobre todo busca la materia que lo hace. Nombra lo que la esperaba oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no sucedido todavía. Sólo en lo desconocido canta la poesía.
“Premiar el mester de poesía, esa Cenicienta de la literatura que apenas ocupa rinconcitos en los catálogos de las grandes editoriales, es un acto casi heroico. Va a contramano de estos tiempos y a favor de la historia. La poesía viene del fondo de los siglos y ninguna catástrofe natural o de mano de hombre ha podido cortar su hilo poderoso. Es un hilo que nos une a todos y sólo se acabará cuando se acabe el mundo.
Y la condición de los poetas es frágil, no encuentran abrigo en su obra, cada momento de esa obra cuestiona los demás y entonces nada sostiene a quien no tiene otro sostén que el acto de escribir. Y, sin embargo, la poesía continúa. La poesía está cargada de más vida.

 
 
La ética del amor (ahavá) *
 
El amor es uno de los valores más desvirtuados en nuestra sociedad contemporánea. Se le identifica más como algo externo al hombre, a la manera de un objeto y no como parte de las capacidades humanas. El amor en su sentido más auténtico, es una actividad espiritual del ser humano.

Si el amor fuese un objeto, lo podríamos adquirir, comprar, vender o rentar. Iríamos a una farmacia y pediríamos unas “gotitas de amor”. O a la manera de Mafalda podríamos acudir a una cerrajería, a que nos hiciera la llave del amor.

Toda actividad está fundada en una facultad o capacidad que el Dador de la vida nos ha otorgado, por consecuencia disponemos de la capacidad de amar. El amor en la Torá, así como en la tradición judeo-cristiana, tiene cuatro dimensiones: El amor a HaShem o a Dios, el amor al próximo, el amor a sí mismo y el amor a la naturaleza que es su obra y su gloria.

El fin del amor es amar, nada más ni nada menos, pero en nuestra necedad o ignorancia queremos conmensurarlo: ¿Cuánto me amas? Es la pregunta cotidiana que hacemos y contestamos con una abstracción fuera de la lógica y de la realidad: te amo de aquí al infinito. Pero el amor no es una abstracción, sino una concreción. Amar es respeto, cuidado, protección, equidad, tolerancia. Estimular el crecimiento y desarrollo espiritual de sí mismo y del ser amado. Amar es respetar la vida en todas sus manifestaciones, significa dar vida y aumentar la vitalidad de la vida.

El amor es conocimiento. El que no ama no conoce a Hashem o a Dios, porque Hashem es amor. Por eso nos duele el desamor al pobre, al desvalido, al esclavo, al trabajador en su miseria. Nos duelen los actos de injusticia, de dominación y de subordinación, porque no son actos amorosos hacia el prójimo. Como nos duele también la explotación y depredación irracional de la naturaleza, en aras de la ganancia, el lucro y el enriquecimiento ilícito e inmoral.

Los celos, la posesividad y el mal trato, nada tienen que ver con el amor que es diálogo, concordia, búsqueda de acuerdos, de armonía y de paz. Por ello es significativo, que esta comunidad se llame Ahavá Nehamá, Amor y Consuelo.

El amor es incondicional. Si yo digo “te amo porque te necesito”, esa necesidad está condicionando al amor. Pero en cambio si yo digo. “te necesito porque te amo” (Erich Fromm), cambia mi sentido y percepción del amor.

De igual forma no podemos hacer del amor una atadura. Permitir que haya espacios en la cercanía, juntos pero no demasiado juntos. Ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble (Gibrán Jalil Gibrán).

Permitir que mi pareja tenga su espacio y privacidad”. “Ser feliz y saber que mi pareja no es responsable por mi felicidad” (Rabí Octavio Mijangos).

El amor no es una oportunidad, sino una responsabilidad y la responsabilidad se edifica mediante la libertad y el conocimiento. Sólo bajo esas premisas, podemos construir con amor, una Shalom Bait, es decir, una Paz en el Hogar, sin perturbar la casa, para no heredar el viento.
 
México, D. F., 15 de diciembre de 2013.

* Texto leído en la comunidad  Ahavá Nehamá, Amor y Consuelo  por:
Jesús Pacheco Martínez y Marlene Martínez Hernández

 

 
 
¿Qué estamos viviendo?
Guillermo Almeyra
 
Una inaudita concentración de la riqueza; el horror macabro de los asesinatos masivos y cotidianos; la fuga incontenible de las zonas rurales hacia un destino inseguro de discriminación y desprotección social en un país extraño y hostil; el apoderamiento de los bienes naturales y de los recursos productivos por corporaciones extranjeras; el aumento de la corrupción en el uso de los puestos públicos como si fuesen botín de guerra; la destrucción sistemática de las conquistas sociales y políticas de la Revolución Mexicana; la continua restricción de los márgenes para la democracia, el ataque a fondo contra la sanidad, la educación, la protección a los trabajadores, indígenas, campesinos; la militarización del país utilizando al Ejército como policía y corrompiéndolo, mientras el gobierno somete el país a la dominación abierta de Washington: esta es la cara siniestra de la moneda mexicana.

Pero está también la otra cara, la de la resistencia de masas que crece como ola de fondo, día a día. Pocas decenas de miles de indígenas zapatistas militarmente organizados, apoyados en un par de centenas de miles de otros indígenas-campesinos locales, resisten desde hace 20 años frente al Estado y crean los gérmenes de una organización local más democrática y no capitalista, aunque estén incluidos en el mercado y en el Estado capitalistas de los que tratan de separarse. Así, un poder popular local, de masas y asambleario, enfrenta desde hace décadas al poder del capital nacional y extranjero, y el semiestado nacional ha perdido en las zonas zapatistas el monopolio legítimo de la fuerza, si es que alguna vez lo tuvo.

Al mismo tiempo, a las fuerzas armadas del semiestado en descomposición no se le oponen sólo las bandas bien armadas del narcotráfico, que mueven decenas de miles de sicarios y de secuaces y están infiltradas en todos los niveles de ese semiestado. También aparecen las policías comunitarias y los grupos de autodefensa en todo el México central, particularmente en Michoacán, Guerrero y Oaxaca, allí donde hay comunidades campesinas y grupos indígenas que mantienen sus lazos comunales y solidarios. Estas organizaciones populares, brazos armados de sus comunidades, expresan también la decisión de construir desde abajo bases para otra relación social y política. Son decenas de miles de combatientes que se apoyan en asambleas, las cuales escogen y mantienen a quienes toman las armas en su defensa y compensan a las familias por los brazos perdidos en beneficios de todos, discuten qué hacer y hasta dónde ir, establecen un poder popular en las comunidades y una democracia basada en el fusil en manos de los trabajadores y en la justicia popular autoadministrada.

Estos grupos de hombres y mujeres armados, y no el aparato represivo del semiestado capitalista, son los que ejercen el monopolio de la violencia legítima y tejen una red de enlaces federativos que se extiende cotidianamente y que cuenta con un caluroso apoyo popular. Al mismo tiempo, y en otro nivel, aunque no en contacto estrecho con los grupos de autodefensa, se crean las bases organizativas y legales de la Organización Política de los Trabajadores (OPT) que agrupa a sindicatos y a formaciones de izquierda que buscan una salida política independiente del Estado a la crisis del capitalismo en el país y a la crisis de dominación que sufre la oligarquía en el poder. Igualmente, millones de personas se agrupan en Morena, tratando de preservar lo que queda de los derechos democráticos y esa fuerza, por ahora electoral, no es insensible a la resistencia indígena ni a la acción auto organizada de las comunidades con las que mantiene viejos lazos sociales y culturales y podría, si las cosas se precipitasen, saltar por sobre su actual esperanza electoral y legalista. Por último, sectores de la intelectualidad –maestros rurales, amplios grupos estudiantiles y jóvenes profesores– se incorporan por otra parte con sus luchas y con su actividad a este magma social en movimiento, que aún carece de un objetivo común explícito.

Por supuesto, los zapatistas no son anticapitalistas: buscan sólo reformar al México del capital y los narcos para que los indígenas puedan gozar de condiciones de igualdad con los demás oprimidos y mejorar algunas medidas y leyes. Las policías comunitarias, los grupos de autodefensa, defienden los derechos democráticos pisoteados y las vidas y derechos de los integrantes de sus comunidades y no pretenden abatir el sistema. Las luchas obreras son defensivas y no pretenden un cambio social, sino precisamente impedir cambios sociales para peor, hacia atrás. Son muy pocos los anticapitalistas y menos aún los autogestionarios y tienen todavía muy escasa audiencia. Pero las revoluciones no las preparan sólo los revolucionarios y menos aún las hacen sólo ellos. Las prepara e impone la acción salvaje de las clases dominantes, que niega toda posibilidad de reformas progresistas. En cuanto a los oprimidos, luchan por preservar las conquistas anteriores pero, para conservar hay que cambiar las cosas, las relaciones y las propias ideas, como demostraron los indígenas chiapanecos del EZLN en 1994, los indígenas ecuatorianos en 1990 y los bolivianos en la guerra del agua.

Lo importante es que hoy se mueven pueblos enteros y no detrás de líderes, sino creando dirigentes para cada acción y cada lucha. Es la auto organización, la creación de experiencias de poder local, la disputa al semiestado del monopolio de la violencia legítima. Es el aumento de la autoconfianza y de la creatividad social, que une elementos restantes de la vieja vida comunitaria en descomposición con métodos y objetivos propios de un nuevo poder democrático y popular. Por supuesto, nada nace puro y en los nuevos movimientos puede infiltrarse gente que quiere que otros le eliminen a su enemigo. Pero la vigilancia comunitaria puede reducir su impacto. Hoy estamos viendo nacer las bases de una nueva bola.

La Jornada, domingo 18 de enero de 2012.



Manifestación de la CNTE en la ciudad de México.

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